
El bulbo mágico
Cuando el padre de la medicina Hipócrates dijo "que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento" seguro que tenía en mente este bulbo. Cultivada y elogiada desde el antiguo egipto, la cebolla, junto con el ajo y el puerro, es de los vegetales que más beneficios nos aporta.
Esta casi todo el año con nosotros, sólo en la temporada de invierno escasea. Si las guardamos en condiciones óptimas de humedad y temperatura pueden conservarse hasta 8 meses.
Si quieres evitar la defensa de la planta ante sus depredadores, el sulfóxido de tiopropanal, córtala bajo un chorro de agua.
Propiedades innumerables
Además de todas las que os comento en las fotos, la cebolla combate el reumatismo, disuelve el ácido úrico, alcaliniza nuestro medio interno, protege la próstata, disminuye el riesgo de osteoporosis, facilita el trabajo intelectual, da elasticidad a las arterias, contiene mucha agua y pocas calorías, promueve el apetito, sacia y evita la fermentación de alimentos en nuestro sistema digestivo.
Todo ello gracias a su riqueza en minerales (potasio, fósforo, calcio, magnesio, azufre, hierro, manganeso, cobre, zinc, selenio y silicio), vitaminas (muchas del grupo B, especialmente B6 y Folato, vitamina C y vitamina E) y el antioxidante quercitina, cuya acción es más potente que la de la isoflavona que está tan de moda.
Ten cuidado si tienes acidez de estómago o sufres flatulencias: evítalas o disminuye su consumo.

He aquí una de esas “verduras” que provoca amor y odio a partes iguales, diría yo. Más teniendo en cuenta que te hace llorar al trocearla, sea para lo bueno o para lo malo después (gustativamente, me refiero…). Y encima su sabor cambia lo más grande dependiendo de como se cocine: yo cruda no suelo comerla (= odio, aunque no sea para tanto, porque no es tan extremo lo que me provoca): no ya por su sabor, si no por su textura y su “masticado”, que no me acaba de convencer… ¿Pero que sería de un buen sofrito, de un risotto, de un buen pisto y de un buen potaje si ella (= AMOR absoluto). Y como el negro, ¡combina con (prácticamente todo)!
Tocas un tema que a las personas no les gusta tratar y es que la textura de ciertos alimentos es suficiente como para generar un rechazo, aún gustando el sabor, o viceversa. Además das en la clave de este dilema, ¡cocinar! Debemos apostar por la combinación entre arte y necesidad de cocinar nuestros propios platos; que cuesta tiempo y esfuerzo, ¡claro! pero nadie va a cocinar más a tu gusto que tú mismo. La inclusión de alimentos que te provocan rechazo por su textura o sabor mediante el cocinado siempre será mejor que eliminarlo de la dieta. ¡Muchas gracias por tu aporte Jim!